4 x 1. Cuatro series sobre la Transición: Salvar al Rey - Ruiz Mateos, el primer fenómeno viral - La Sagrada Familia - El pionero


Ruizma
Parece que la máxima preocupación de cierto perfil político es algo que sucedió hoy hace cinco años. Inducida o no por líderes a los que el asunto se salió de las manos, parece que lo que preocupaba era la expresión masiva y organizada de una voluntad y que cualquier pecado individual podía perdonarse por grande que fuese. Los pequeños pecados son imperdonables si se ejercitan de manera coordinada y en número suficiente. Lo decimos porque ciertos individuos, especialmente mandatarios o empresarios poderosos, parecen contar con cierta bula y, por grandes que sean, sus tropelías suelen quedar indemnes o eludir con facilidad las acciones de cierta justicia selectiva que corre para muchos y es terriblemente lenta para ellos. De hecho, de los cuatro personajes protagonistas de estas cuatro espléndidas docu-series, los dos que han fallecido son los únicos que ingresaron en prisión. A los otros dos, de la  categoría de pillos escudados en enormes responsabilidades más allá del bien y del mal, parece que la parca va a visitarles sin rendir cuentas ante la justicia y sin tan siquiera pedir disculpas a la ciudadanía a la que han robado y esquilmado sin piedad.
En cualquier caso, en su conjunto representan bastante bien lo que podríamos considerar un mosaico de ídolos (relativamente) caídos de la ciudadanía española.

Puyi
Seamos concretos, todos ellos tienen su pico de protagonismo durante las décadas de los 80 y los 90 y todos ellos se aprovechan de su condición para elevarse a personajes públicos por encima de toda lógica, para cautivar - como encantadores de serpientes - a las masas y llenarse los bolsillos confiados de que, a la larga, la gente comprendería esa irresistible querencia por el dinero ajeno y les perdonaría o, en un giro mayestático, llegaría a, pedirles perdón por no mostrarles ciega confianza.

Fresú Gi
Otra cuestión que los une es su irremediable tendencia a situarse en la derecha ideológica más absoluta - en qué mejor entorno que el liberal podían llenarse los bolsillos con el pretexto de generar negocio, crear puestos de trabajo, promocionar el país, dar alegrías a los socios y también su machismo (en el mejor de los casos su dedicación a los negocios cedía a sus esposas la condición de sufridas amas de casa dedicadas a otras mierdas como las obras sociales con deducción fiscal o la tontería esa de la cultura) y  la casi redundante condición de cierta aparatosa religiosidad aplicada a sus vidas cara a la galería - aunque los deslices extramatrimoniales tampoco faltan en sus biografías.

Juanca
    
   Entonces, por si hacen falta las presentaciones,         hacemos primero los honores a los fallecidos: 
    
    Jesús Gil, empresario de la construcción (sin 
    tener demasiado cuidado de menudencias                  técnicas).  Qué más da que un edificio se hunda        de tanto en tanto. Y de los que quedaron en pie,         ¿nadie habla?  En lo subsiguiente, amante de las      comisiones en B y fundador de los partidos                 populistas incluyendo anagramas inverosímiles         con tal de que cuadren con el apellido.

José María Ruiz Mateos - ya hay que ser malo para que hasta el Opus te repudie. Empresario multifunción que se llenaba la boca con lo de crear puestos de trabajo (aunque luego muchos de sus trabajadores acabaran sin cobrar o directamente estafados). Amante de los disfraces, pionero en el trilerismo económico (su hito, garantizar pagarés de rendimientos estratosféricos con reservas de ponche), mentiroso contumaz, hombre de familia que no tuvo pudor en situar a alguno de sus numerosos hijos (los varones, las mujeres en su familia iban directamente a la cocina) como testaferros de sus estafas, con lo cual la verdadera herencia (aparte de la escondida en paraísos fiscales) ha sido pagar la prisión que a papá no le dio tiempo.

Jordi Pujol - otro inseminador contumaz, otro que ha cedido las artes del robo a las generaciones venideras de su familia. Engañó durante décadas a un buen número de gente e incluso hubo un poder consorte.  La engañó bajo una apariencia de políglota y vehemente y siempre preocupándose de dárselas de persona cercana y bondadosa. En realidad, un señor bajito, beato y gruñón con hambre insaciable de poder y prestancia, al que el papel de víctima del franquismo le fue de perillas para edificar una especie de mito al que muchos políticos catalanes actuales aún rinden absurda pleitesía. Si hubiera justicia, debería morir solo en la cama de una residencia pública mientras esperase que algún auxiliar mal pagado del turno de noche le cambiara los pañales.

Juan Carlos I - sus tentáculos aún son largos y profundos. Como Pujol, pero alto y campechano. Y de víctima de franquismo nada. Colaborador  necesario, contento y orgulloso de serlo. Y, lo mejor de todo, perpetuamente intocable por la justicia.

Menos la de Ruiz Mateos (en RTVE), las otras tres en HBO Max. O cómo comprender en apenas una semana de visionado cómo (y por qué) funciona este país. Y lamentablemente, lo mucho que posiblemente nos queda.

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