Ted Lasso (Apple TV)


Temporadas: 3

Período de emisión: 2020-2023

Valoración: estúpida

El planteamiento era ingenuo, pero podía tener su gracia. La propietaria (merced a un acuerdo de divorcio) del Richmond, un club de fútbol, quiere destruirlo pues sabe que es la debilidad de su ex-marido. Y contrata a un entrenador de fútbol americano para perpetrar su plan. 

Un punto de partida poco creíble, pero esto es comedia, comedia USA para ser más concretos, se trata de hallar un punto de partida e ir viendo qué pasa, a medida que el público reacciona. 

En el caso de Ted Lasso, bien poco podía pasar: que ese club imaginario, pero que compite en la Premier League (pretexto ideal para promocionar la competición e introducir no pocos cameos que incluyen a Gary Lineker, Thierry Henry o Pep Guardiola, todos obviamente haciendo de sí mismos) entre en una espiral de fracasos obviamente debidos al desconocimiento técnico de sus entrenadores y a la actitud escéptica del entorno, que incluye jugadores prima-donna, estrellas en su ocaso, promesas multiculturales, etc.

El primer lastre de la serie es que esa premisa improbable no tiene un desarrollo que la contrarreste y la desmienta, sino que acumula situaciones que incrementan el delirio. Ted Lasso, que así se llama el entrenador (interpretado por Jason Sudeikis, factótum de la serie- un Adam-Sandler-wannabe espoleado seguramente  a seguir por los inexplicables premios recibidos) impregna el club con su buen talante y su positividad extrema (e injustificada) y los tópicos empiezan a acumularse. Los propios del ámbito futbolístico, jugadores simplones cuyas personalidades son dibujadas con trazo grueso y rayano con lo caricaturesco, utilleros, directivos, segundos entrenadores, novias de jugadores que saltan de cama en cama, hooligans en los pubs, aficionados que increpan por la calle, prensa escrita. Todo es un tópico y necesitaría que esta reseña se extendiera colosalmente para describir uno a uno todos ellos, que he acabado odiando casi por unanimidad, uno a uno. Por pararme en algunos detalles, el club contrata en algún momento a un émulo de Zlatan Ibrahimovic, que resulta ser un brillante jugador que los deja colgados de forma súbita. Y Nate, un antiguo utillero, inicia una pujante carrera como entrenador para el West Ham, momento en que su cabello se encanece y toma la actitud despótica y prepotente de un Jose Mourinho... para acabar sucumbiendo a la morriña del buen rollo y recuperar su antiguo puesto, entre abrazos de reconciliación. 

Nada de esto tiene la mínima credibilidad. Salvo el tour de promoción de Londres que suponen las tres temporadas, Ted Lasso es un insulto al rigor y una escandalosa tomadura de pelo para cualquiera que albergue esperanzas de que se rinda un tributo a un deporte pujante en los Estados Unidos. Ni siquiera desde la crítica de la mercantilización, que podría valer como consecuencia colateral de la trama, este despropósito puede defenderse. La moraleja del buen rollo como catalizador de colectivos se deshace como azucarillo cuando se asiste al festival de estigmatización de los personajes, sometidos a diálogos de batracio y a situaciones de una simpleza que genera muy mal rollo. Insisto, seguramente los actores hagan lo que puedan pero el material es simplemente malo. No delirante como algunas otras series. Más bien con pretensiones de mezclar agua y aceite, y esto no funciona. Como colofón, la tercera y - espero - última temporada se prolonga en capítulos obstinadamente largos (regla no escrita en las series de comedia: no más de treinta minutos por capítulo excepto episodios especiales o finales de temporada) en los que la serie cambia de emplazamiento y en el que se arrastra, en una especie de último coletazo, para volverse trascendente y aportar alguna profundidad a los personajes, generando algunos, bastantes capítulos que dan vergüenza ajena. El dedicado a Beard, por ejemplo, el segundo entrenador que parece sacado de un programa de rehabilitación de criminales compulsivos, o el rodado en París, con la propietaria del club entregándose a una noche de romanticismo platónico y echando de menos la vida humilde que sus millones le impidieron disfrutar, o el fugaz romance bisexual de Keeley, su personaje, que se resuelve en la frase la millonaria lesbiana te ha usado como un juguete al que ha tirado a la basura. O el experimento de outing de un jugador y un desubicado periodista... toda la tercera temporada es una absoluta y pretenciosa pérdida de tiempo para justificar la finalización de la serie.

Tiempo que yo ya he perdido: evitad hacerlo vosotros.


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