Baron Noir (Canal +)


Temporadas: 3

Año de emisión: 2016

Valoración: recomendable 

Puesto que este mes de abril ha tenido lugar el proceso electoral para elegir al Presidente de la República Francesa,  quizá lo más propio hubiera sido publicar esta reseña hace un mes, aunque, por otra parte, también es posible que algún interesado/a se haya quedado con ganas de más espectáculo político  y esta reseña le anime a ver esta serie, que trata, claro está, de eso mismo, de los entresijos de la política francesa. 

El protagonista, apodado "Baron Noir", es Philippe Rickwaert, carismático alcalde socialista de  Dunkerque, un animal político por antonomasia, brillante y maquiavélico, aunque idealista, y el cerebro táctico, más intuitivo que tecnócrata, tras el líder de su partido, al que consigue llevar a la Presidencia de la República... para entendernos, un personaje más parecido a Alfonso Guerra, hasta su caída en desgracia, que a los doctores de los últimos tiempos, como el ínclito Iván Redondo (aunque algo de Dominic Cummings sí que tiene). Rickwaert, ya digo, consigue el éxito como asesor de su líder y amigo, pero también se ve envuelto en un escándalo de corrupción para financiar su campaña.  A partir de ahí comienza una montaña rusa de situaciones y apuros de lo más variados que, a lo largo de tres temporadas,  no da descanso al espectador y al protagonista lo lleva a lo más bajo y lo más alto del devenir político y personal, haciéndole transitar por los caminos de la venganza, la traición, la redención y el triunfo, pero también el dolor y la desesperación.  

La serie, además, trata diversos temas candentes en la sociedad occidental  actual, aunque, sobre todo,  la francesa: la corrupción política, la crisis de los partidos tradicionales, el auge del populismo, la amenaza de la ultraderecha,  el problema islamista... Para un espectador no francés,  sin embargo,  hay que tener en cuenta ciertos escollos que puede encontrar el visionado de esta serie:
  • En primer lugar, conviene tener algunas nociones sobre el sistema político y electoral del país galo,  aunque también es cierto que se van aprendiendo a lo largo de la serie.
  • Si se ve ésta en versión original,  hay que tener presente que los diálogos se desarrollan a velocidad de taxista o camionero gabacho y soltando la misma cantidad de tacos,  más o menos.
  • La intensidad narrativa es considerable: en cada capítulo pasan un montón de cosas  y las situaciones  pueden cambiar completamente de cada comienzo a su final, por lo que no conviene distraerse.
Por lo demás, se trata de una serie muy basada en una gran labor actoral, desde Hugo Becker o Astrid Whettnall, fieles seguidores del Baron Noir ya en Dunkerque,  a Anna Mouglalis, como su, en principio, rival dentro del partido o el excelente y veterano Niels Arestrup, como el Presidente de la República. Pero, sobre todo, la serie se sustenta en el gran Kad Merad, quien, lejos de sus habituales papeles cómicos (aunque Rickwaert también tiene su vis humorística), despliega un derroche de energía y cari que casi fagocitado al resto de interpretaciones.

Por lo visto, esta serie ha tenido gran predicamento entre los miembros del gobierno español e incluso se dice que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias  departían sobre ella (y sobre otros temas más importantes,  espero) mientras paseaban por los jardines de la Moncloa, a imitación de lo que hacen sus personajes en el Elíseo. No es de extrañar, puesto que algunos de estos personajes parecen inspirados en otros de la realidad política, no ya francesa,  sino también española (de hecho, hasta aparecen miembros de Podemos,  en un momento dado); otros, por su parte, parecen  predecir lo que ha venido después. Pero, en general, no deja de resultar chocante que a los políticos de la vida real  les guste una serie que, con alguna excepción, deja a su gremio  como una caterva de intrigantes,  manipuladores o, en el mejor de los casos, inconscientes pagados de sí mismos... En fin, será por lo mismo que a los mafiosos les gustaba tanto El Padrino...




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