Years & Years (HBO)

Temporadas: 1
Período de emisión: 2019
Valoración: se deja ver

Bien: en la era pre-pandemia hubiera dicho que, a dos meses de la tan postergada ejecución del Brexit, Years and Years como serie ejecuta un interesante planteamiento de alguna posibilidad que parece ampliarse peligrosamente. Las fechas no hubieran cambiado en todo caso, y aventuraría con la posible (dejadme que apueste, algo me dice que va a ser reelegido) renovación del mandato de Trump como peligroso primer pulso a que los populismos, siempre abanderados por líderes cuyo carisma coquetea sin rubor con la autoparodia. Todo sería muy aventurado, en cualquier caso, y siempre con los matices propios de los vaivenes de los electorados y de la incidencia de conflictos globales (el terrorismo, el progresivo auge de las desigualdades, la irregular salida de las naciones dominantes de la crisis del 2008), tales afirmaciones no irían más allá de las especulaciones de un aficionado que se acaba de meter una asequible serie de seis capítulos entre pecho y espalda.
Hoy todo es, aunque sea transitoriamente, muy diferente. Tanto que el recuerdo de esta serie me ha ido alejando más de sus planteamientos e incluso afirmado en ciertas convicciones de que el mundo audiovisual británico no es el ejemplo de pulcritud, perfección técnica y mensaje de fondo que siempre había parecido ser. Years and Years es una serie que sale en HBO pero está más cerca de la pirotecnia de Netflix. Achacadlo a que meter tantos mensajes en solo seis capítulos obliga a ser esquemático, directo y simple hasta la falacia, y que la falta de profundidad en este tipo de producciones se vuelve en contra.
La serie es una pura especulación sobre el acceso al poder de un partido populista de ultra derecha cuya líder, encarnada por una Emma Thompson obviamente fuera de su mejor contexto actoral: obligada a agrandar su presencia desde el histrionismo, actriz incorporando a un político que ya ha de actuar, su intervención, siempre desde pantallas e intervenciones en TV o en actos de campaña (rodeada de banderas y de público heterogéneo en edades y orígenes), no deja de ser la compensación de la producción de la serie para ejemplificar al personaje célebre con una cara visible.
Pero en algún momento a los guionistas se les escapa esa ambición por incluirlo todo. La familia en que se centra la serie y su entorno parece un guion de pasos por todas las zonas de los riesgos de exclusión y sus áreas colindantes. Hay campos de refugiados, jubilados de oro, tecnología punta, discapacidad, gays, lesbianas, adolescentes adictas a las RRSS, familias monoparentales, matrimonios  interraciales, caos bancario, retroceso en el nivel social, ejecutivos que pasan a riders, periodistas con conatos de rebeldía, choque generacional, muestra del clasismo de la sociedad británica... toda esa compota, mejor digamos pandemónium, acaba de conformar una especie de exceso audiovisual que, curioso, induce a una reflexión corta y fugaz, cuando series aparentemente más frívolas como Fleabag acaban calando más en el espectador. Y, lo que es peor (y por eso he inaugurado esa clasificación: Se deja ver), su resolución, su inserción en una trama que se desploma en sus partes finales, como si por asomo en el mundo reinara una justicia poética, resulta progresivamente predecible a menudo que avanza. Pero en fin, eso, una líder de un partido extremista de derechas accede al poder en el Reino Unido y va, con sus intereses económicos como trasfondo, reubicando a todo aquel que puede hacerle frente, ideas, razas, procedencias, lo que sea. La familia Lyons, que es una especie de crisol de situaciones sociales ajustada a que todo el mundo se vea identificado, va asumiendo las diferentes consecuencias de ello en su vida, algunas, claro, extremadamente dramáticas. Y ya está: seis episodios para contener todo eso dan para mucho spoiler, se puede ver, claro, uno pasa el rato y se hace su propia opinión, la de el que esto escribe es que la verdad necesita más tiempo para ser diseccionada.

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