La conjura contra América (HBO)

Temporadas: 1

Período de emisión: 2020

Valoración: muy recomendable

La combinación HBO + David Simon + Philip Roth, he de aceptar, tenía prácticamente nulas posibilidades de error. Diré que, sin haber leído la novela (al enorme tsundoku por el mero hecho de estar ya reseñada en UnLibroAlDía), solamente me exaspera el personaje protagonizado por Winona Ryder, en este caso un estereotipo demasiado hinchado de la mujer frágil a la que los hombres le van fallando. Incluso así, no diría que el personaje no cumpla su función en la novela, personificando de cierta manera a la parte del pueblo judío que confiaba en las hipócritas palabras de los nazis o sus colaboracionistas.

Todo lo demás, inmejorable. La recreación de época, el tempo, el casting compuesto por actores poco conocidos contrapesados por dos secundarios de lujo, la mencionada Ryder y John Turturro, en el poco agradecido papel del rabino, un papel destinado a ser odiado prácticamente desde su aparición en escena. Por si alguien no ha oído hablar de la novela de Roth, esta, y por tanto la serie, parten de la premisa de que Charles Lindbergh, popular héroe americano, se alza ganador de las elecciones que se producen en Estados Unidos en plena explosión de la Segunda Guerra Mundial, y que sus primeras decisiones son exactamente las contrarias a las que tomó el verdadero ganador: el país mantendrá su neutralidad, no intervendrá en el conflicto y, además, Lindbegh, destacado antisemita, irá acercando sus decisiones y manifestando sus simpatías por el mando nazi. La familia Levin, residente (guiño constante en la obra de Roth) en Newark, New Jersey, contempla en primera persona como las decisiones políticas van afectando su existencia y sus derechos, como el vecindario de orígenes alemanes empieza a mostrarse agresivo con ellos, como sus existencias empiezan a estar condicionadas por su condición de judíos justo en la land of the free. Seis capítulos en crescendo en los que la mano de Simon como productor se nota: ambientación perfecta, ese ajustado sesgo militante, actores en estado de gracia y escenas que descartan lo superfluo, y, por supuesto, aunque eso ya lo teníamos en la novela, ese escalofrío que puede recorrernos el espinazo a más de uno. Esa alternativa que hubiera cambiado, seguramente, el devenir de la humanidad, fue perfectamente posible. Simon sigue fiel a dejar su impronta, a entregar series tan válidas en lo artístico como inductoras de reflexión. A este hombre nunca se le va a reconocer lo suficiente su talento descomunal.