Lost (ABC)


Temporadas: 6
Período de emisión: 2004 a 2010
Valoración: recomendable (como promedio)

Pues hace apenas unos minutos que he corregido mi última entrada, porque la palabra "paradigma" salía en dos ocasiones en apenas cinco líneas y me encuentro con que no habría término mejor para definir a Lost que el cultismo de marras.

Narices. Lost es que es eso. La mejor serie de la historia en sus tres primeras temporadas pasa a ser, hasta su final desde ese momento, uno de los timos más sonados merced a una clara demostración de falta de previsión por parte de sus guionistas. No me cabe otra explicación. Cómo si no, se explica el espeluznante bajón si no es con un grupo de sorprendidos guionistas que se dan cuenta de que su invento, de que su aventura inicial empieza a tomar un cariz, a generar una especie de subcultura (unos años más atrás llevada al paroxismo con Game of thrones), un éxito tan enorme que solo puede escapársele de las manos, que es, me temo, lo que sucedió.
Aquí aún no hemos implantado aquello de las reseñas-interruptus. Pero, en mi caso, este sería un ejemplo claro. Recuerdo como me tragaba alucinado los capítulos de una primera temporada espeluznante. Desde el episodio piloto, pura historia de la televisión como espectáculo y entretenimiento, hasta la progresiva introducción de los personajes, cada uno arrastrando su pasado, cada uno interpretado por actores (otro acierto: ningún actor era conocido por el público amplio antes de su participación en la serie) que parecían haber nacido para el papel. Locke, el médico, Hurley, la pareja coreana, y la paulatina entrada en acción de elementos que juguetean con lo esotérico: el humo en el otro lado de la isla, la sutil telaraña de relaciones entre los supervivientes del accidente, la pura escena del accidente, la escotilla, oh la escotilla. Ni un elemento desentona en las fascinantes dos temporadas iniciales, donde la serie se constituye en un prodigioso ejercicio de imaginación desbocada, con no pocas deudas con elementos tan dispares como el cine de Lynch o el de Tarantino, pero con su propia personalidad, sin ataduras  ni complejos, con un lenguaje propio, una estética simplemente inapelable. Todo encaja porque la serie es una especie de onda expansiva hacia afuera que no tiene que converger, sino eso, abarcar cada vez más territorio, sin los límites y ataduras que, porque a) nadie quiere acabar con la gallina de los huevos de oro, b) nadie parece haberse planteado que la serie pueda quedar inconclusa, dejando cabos sueltos.
Y ese es el terrible lastre que lanza en picado a la serie a partir, sobre todo, de la cuarta temporada. El barco que les controla desde la costa, los helicópteros, el rollo ese de que la isla entera se desplaza, la necesidad apremiante de echarle un lazo y envolverla para regalo. Los finales pueden disgustar o gustar. Ser coherentes o incoherentes o simplemente hacerlo volar todo por los aires. Ser felices al uso de ciertos canales y audiencias o ser catastróficos a gusto de ciertos otros. No es el final de Lost lo que pueda o no decepcionar. Es la conclusión: tanto lío para todo esto, tanto metesaca para no llegar al orgasmo, tanta orfebrería con el número de vuelo, con las relaciones anteriores, con la jodida serie numérica para acabar demostrando al mundo que no se supieron bajar del árbol al que se habían subido.
Lo dicho: el paradigma. De lo mejor y de lo peor. Pero hay que verla, hasta que uno aguante, quizás, para opinar.

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