The Office (NBC)

Temporadas: 9
Período de emisión: 2005 a 2013
Valoración: Imprescindible

Solemos quejarnos de la familia. Seres a los que no hemos elegido y con los que nos vincula, ay, la sangre y el ADN. O las elecciones siempre expuestas a cambios. Suegros, cuñados, etc. son intercambiables, sí, claro, el signo de los tiempos, pero están ahí sin que hayamos pedido que estuvieran, sin que hayan pasado por un proceso en el que optemos por unos en detrimento de otros.

Y entonces, qué decir de compañeros de trabajo. Superiores, iguales, del mismo departamento, de otros, amantes de la gresca, motivados, ardorosos, pelotas, abnegados. Amigos un día y al siguiente competidores si corre cierto rumor conteniendo las palabras temidas. Absorción , re-estructuración, ajustes, ahorros, optimización, externalización, reorganización, despido, despido, despido. Los que trabajan mal y los que trabajan bien, la mediocridad del mando intermedio, los útiles, los inútiles, los putos inútiles,  los escaqueados (con gracia o sin ella, depende del día y la situación), los que se pasan el día en la máquina del café, o fumando, o conspirando, o todas las cosas a la vez; los superiores, los subordinados, los trepas, los traidores, los que endilgan y son endilgados, el marrón, el gatufo, las prisas, el cierre, el informe, los plazos, los incumplimientos de los plazos.
Todo está en esas nueve temporadas y en esas dos centenas largas de capítulos. Exagerado, banalizado, elevado a lo grotesco y a lo increíble, sacado de madre, caricaturizado, claro, esto es una serie, una serie norteamericana basada en una algo cutre, sobria y corta serie inglesa con apenas una docena de capítulos, por lo que todas las situaciones se han exprimido hasta sus consecuencias, todos los personajes acaban pareciendo parodias de sí mismos, elementos inseparables de los actores que los interpretan, que a medida que se les conoce se alejan de cierto estereotipo y acaban generando el suyo propio. 
La serie contó con una ayuda inesperada. La crisis real, la que se inició con el asuntillo de Lehman Brothers, hizo que prácticamente la realidad le escribiera los guiones. Si uno fuera quisquilloso o excesivamente analítico (cosa que, seamos francos, puede coartar el disfrute puro y duro), atribuiría a personajes y situaciones propiedades simbólicas con respecto a ese período de los tiempos recientes. Quizás sería aportarle a la serie una importancia que dudo que sus creadores pretendieran otorgarle.

The Office es un divertimento basado en las situaciones que genera la coexistencia diaria de personas que lo único que comparten es el ser contratadas por la misma compañía. Sus interacciones provocadas por sus personalidades y por la estructura jerárquica. Dicho en un par de frases. Desde luego esas nueve temporadas fueron excesivas, y en algún lugar entre la sexta y la novena los guionistas debieron notar que los escarceos con lo surrealista o lo directamente inconcebible ya eran demasiados. Pero la serie tuvo éxito, quizás no el éxito abrumador y trascendente de otras series (la mayor parte dramáticas, no comedias) más épicas, pero sí ese éxito que se revela cuando los personajes han calado entre la audiencia y se han forjado sus pequeños mitos. No solo en memes con Kevin Malone o Stanley. No solo en la persistencia en el recuerdo de Steve Carell/Michael Scott y Rainn Wilson/Dwight K. Schrute como ejemplo de la presencia al frente de la empresa de personas aparentemente poco formadas que suplen con empeño y dedicación sus carencias. No solo en ese romance entre Pam Wesley y Jim Halpert que acaba, quizás, haciendo el juego a quien piensa que no hay manera de evitar que los sentimientos se filtren en todos los aspectos de la existencia humana. La crítica al capitalismo queda matizada por todos esos hechos. La empresa papelera Dunder Mifflin cierra sucursales, se desmorona, cierra su central en NY, pasa a manos de una compañía domiciliada en Florida, es comprada por directivos a los que despidió, es fruto de constantes rumores y especulaciones, pero todos acaban acudiendo a la oficina y remando para que todo siga adelante. Abajo, el almacén sigue recibiendo pedidos y preparando entregas.

The Office tomó el testigo de una serie inglesa y explotó esa idea, la desarrolló hasta sus últimas posibilidades hasta transformarse en algo único y propio. La serie acusa el golpe de la baja de Steve Carell, personalmente no entiendo el protagonismo que se concede a Ed Helms/Andy Bernard (pero entiendo que es una velada crítica a la clase alta asistente a las Ivy League), y los intentos de consolidar nuevos personajes no cuajan hasta la introducción de un par de becarios en una novena y última temporada en que había que acabar como fuera. Quizás una comedia no sea la clásica elección del experto como serie favorita. Aquí no hay muertos, no hay crímenes, no hay tiros (bueno, uno accidental). Hay personajes que son siempre una exageración de otros reales a los que todos pondríamos una cara familiar, una cara de esas que vemos cada día en un despacho, en un cubículo, cruzándose con nosotros en el pasillo. Desde el tipo que no sabes qué hace hasta el que sabes bien que no hace nada. Una serie con más de doscientos capítulos (traducido al tiempo, casi 70 horas) puede representar una inversión excesiva de tiempo. Pero ignorarla es un grave error.

Comentarios

  1. Me encanta esta iniciativa de reseñar series que son, a mi parecer, el medio narrativo más potente de estos momentos. Sobre "The Office" tengo que decir que estoy muy conforme contigo, Francesc, en que ignorarla es un gran error. Es una serie muy original por sus micro-historias y el modo en que estas se explican. Los capítulos son frescos y cortos, y pueden funcionar como una pequeña píldora de la alegría. Felicidades por la reseña.
    Saludos.

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